Día 20: Zaragoza-Casetas. El delta interior.

Isaac Moreno Gallo es un estudioso de los caminos romanos en el valle del Ebro. En 2005 publicó un artículo que hace una curiosa reflexión que quiero compartir y ampliar aquí.

Buscando el trazado de la vía romana que ascendía desde Zaragoza hacia Alagón, por la zona que hoy he tenido que atravesar, le llamó la atención el hecho de que, como el mismo decía, que “parecía que se lo había tragado la tierra”, y añade sorprendentemente que “exactamente eso es lo que pasó”.

Su hipótesis es que largos tramos de esos caminos desaparecieron con los cambios del curso del río, ya que el crecimiento de los meandros llevaba a grandes modificaciones del terreno haciendo desaparecer a la calzada romana.

Dice Moreno que a ese fenómeno fluvial se “atreve a llamarlo el Delta Interior del Ebro, a pesar de que su forma no sea precisamente la de la letra griega”.

En realidad existe una definición geográfica para “delta interior”, que no se acomoda exactamente con lo que sorprendió al historiador. Pero tampoco es muy alejada. Se trata del caso cuando un río, llegado a una zona especialmente llana, se divide en muchas ramas, que más adelante vuelven a juntarse en un cauce único.

En la vida de un meandro, cuando se corta, se crean ramas temporales, que acaban dejando cauces secos, llamados galachos o madres. Es una ramificación simple, pero si observamos la acumulación de meandros y galachos en el tiempo el resultado es muy parecido.

En la wiki hay una foto bastante representativa de este fenómeno en un río salvaje:

Meandros activos y secos del río Yakhayydakha, en la península de Yamal (Rusia). Autor: katorisi, licencia Creative Commons

El fenómeno de los meandros y galachos, especialmente entre Tudela y Gelsa, a lo largo de más de 100 km, con su juego de aperturas y cierres, se ha repetido a lo ancho de la terraza más baja, con una anchura de unos 4 o 5 km, una y otra vez lo largo de los dos últimos milenios. Aguas abajo, el río ha ido excavando su cruce entre montes y colinas, y los meandros, aunque activos y de formás más acusadas, han sido más permanentes.

Es ese territorio al que el historiador denomina con cierta lógica “el delta interior”.

El origen es parecido al del clásico delta de las desembocaduras.En estos el río casi no tiene pendiente. La fuerza de sus aguas ya ha hecho todo el trabajo posible de excavar su cauce y se ha igualado al nivel del mar.

El perfil en este tramo el Ebro es bastante llano (hay cien metros de desnivel en cien kilómetros en línea recta, es decir una pendiente de un 0,1%, pero si tenemos en cuenta que las revueltas hacen que el río recorra una distancia doble, la pendiente es de sólo 0,05% en ese tramo). El río se toma su curso con pereza, abandona en el fondo los limos que lleva de tal forma que se estorba a sí mismo, y las aguas que vendrán en riadas sucesivas intentarán abrirse nuevos caminos. Una y otra vez.

Mapa de fines del siglo XVIII en el que se pueden ver algunos antiguos meandros, entre Gallur y Alcalá de Ebro

La razón de ese frenazo de las aguas es diferente al de los deltas clásicos. Al llegar al mar las aguas fluviales no son capaces de excavar más el fondo de su cauce y se frenan. Si además llevan muchos sólidos y los depositan en la zona costera, ese fenómeno se refuerza. En los “deltas interiores” el frenazo es producido porque en esa labor de arado, las corrientes se encuentran con un sustrato rocoso más duro que les cuesta más erosionar. En estos terrenos más duros no son capaces de preparar una amplia terraza de varios kilómetros en la cual jugar a su deporte favorito, el de excavar buscando atajos de mayor pendiente por la cual deslizarse. Siguen excavando, pero no recortaran los meandros más que con el paso de milenios, no de decenios o siglos como les pasa en aquel “delta interior”. El río va como hundido, con unas pequeñas terrazas que no le dejan jugar a aquel deporte. El fenómeno es el mismo, pero el juego se desarrolla en un caso en un plazo que la memoria humana puede observar, mientras que en el siguiente tramo es cosa de muchos, muchos años más.

Estos meandros se encuentran entre Velilla y Sástago. No se abren camino en una amplia llanura de inundación, sino que están encajonados entre colinas. Cambian muy lentamente

Un elemento que acelera este fenómeno en las zonas más llanas es el de la erosión en las montañas de cabecera de la cuenca. Un aumento de los sólidos transportados por el río, incrementa el depósito y fuerza la salida del río de su cauce.

Moreno nos proporcion algunos datos más:

La primera gran afección a los caminos del valle del Ebro por este fenómeno podemos datarla con relativa aproximación en plena edad media. Es éste un momento, en que el propio Delta del Ebro se encuentra ya en un proceso de crecimiento imparable hasta nuestros días. Las deforestaciones de la cuenca hidrográfica, comenzadas a gran escala en época romana, junto con la naturaleza del terreno en grandes extensiones, como el área de lo que hoy se conoce como Bárdenas Reales, favorecieron enormemente el transporte de cantidades ingentes de tierras“.

En la documentación medieval Quinto deja de ser nombrado en el siglo XIV, consecuencia directa de los fenómenos narrados cuando la población queda envuelta por un gran meandro. La aparición de este meandro, cortó en dos puntos el camino romano y dejó a la población de Quinto en la margen izquierda. Impresionante suceso que sin duda motivó directamente la desaparición de la población, al quedar así incomunicada. Este meandro del río puede observarse ya recolonizado por la agricultura en la fotografía aérea del llamado vuelo americano de 1956. De su magnitud nos da idea el hecho de que corta incluso la traza del actual ferrocarril. La primera carretera construida en esta zona del mundo, la romana, quedó así desmantelada definitivamente«.

El «Quinto» al que se refiere no es el actual «Quinto de Ebro», situado al sur de Zaragoza, sino otro Quinto, ya olvidado o conocido como «Quintillo», a cinco millas por la vía romana de Cesaraugusta hacia al noroeste. He señalado en puntos azules el límite del término y la acequia que posiblemente van por un antiguo meandro. Tal parece que este pueblo estuvo en la margen derecha en la época romana, luego «pasó» a la izquierda, y de nuevo volvió a la derecha… por ahora.

«Hasta Alagón podemos decir que el camino romano ha desaparecido por completo, unas veces seccionado por los cambios en planta del Ebro, otras literalmente enterrado por los grandes procesos sedimentarios. Suponiendo que quedase algo de la infraestructura del firme del camino romano sin destruir por la hidrodinámica fluvial en esta zona, esta debe de encontrarse en torno a dos metros bajo el sedimento de limo».

(…)

«Sin duda, los romanos, que contaban con excelentes ingenieros, trazaron la vía fuera de todo riesgo de inundación, pero sus conocimientos no eran los suficientes para prever las consecuencias a medio y largo plazo de la acción humana sobre el territorio de la cuenca fluvial”.

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