Día 25*: De Tudela a Alfaro. El dilema del vikingo

Actualmente, a 2 km de Milagro y 4 de Alfaro es donde se produce la confluencia del Ebro y el Aragón. Aunque varía según las épocas, puede decirse que cada uno aporta una cantidad parecida de agua al subsiguiente curso común.

Imaginemos que estamos en una nave justo delante de esa confluencia. No tenemos mapas ni gps. Estamos en el siglo IX. El «jarl» normando al frente de la expedición debe decir si tomar el curso de la derecha o el de la izquierda. Debe pensar que a río más caudaloso, mayor debe ser su cuenca y más ricas serán sus ciudades.

La confluencia del Ebro y el Aragón en 2019

Si lo vemos ahora, parece que la línea dominante es la del Aragón. Si lo viéramos hace solo cincuenta años, puede que tendiéramos más a tomar el de la izquierda.

la misma confluencia hacia 1970. El Ebro viene del oeste, el Aragón de norte a surHace cien años, el paisaje era más complicado. La corriente principal parecía la del Ebro, pero había surgido una gran isla. ¿Y hace mil doscientos cincuenta años?

Minutas cartográfias de 1927. En azul verdoso aparece el cauce de entonces. En amarillo claro tal como discurría en 1950.

Cuentan las crónicas que en aquella época los vikingos llegaron a Pamplona y secuestraron a su rey, por el que pidieron un buen rescate. Probablemente, como solian hacer en otros lugares, saquearon y capturaron jóvenes y niños para venderlos como esclavos.

La imagen actual de los vikingos, apegados a sus drakkars bajo un pesado casco con cuernos, nos los muestra como si tuvieran aversión a la tierra firme y solo supieran llegar a los sitios en barco. Por eso muchos han supuesto que, siguiendo esa lógica, para llegar a Pamplona debieron remontar el Ebro, luego optar en esta confluencia por el Aragón, para justo poco después meterse en otro afluente, este claramente mucho menor, el Arga.  Así tras más de 600 de remontar la corriente, solo a fuerza de brazos, llegaron a una pequeñísima población en la que reinaba desde hacía unos pocos años una dinastía autoproclamada.

Poco botín para tanto esfuerzo. Según esta historia debieron pasar meses de viaje por el río. ¿Les guiaban rumores de grandes riquezas? ¿Porqué en ese punto donde tuvieron que elegir entre el Ebro y el Aragón desdeñaron subir por aquel un poquito -solo 6 o 7 km- hasta la cercana Calahorra,  ciudad que en siglos anteriores había alcanzado mucha mayor fama que Pamplona? ¿Quizás les engañaron?

Aunque se ha escrito mucho sobre esto, parece poco probable que los vikingos hicieran tal aventura, máxime cuando no dejaron huellas de su paso por la marca musulmana del Ebro y la muy importante ciudad de Zaragoza, que en la práctica les bloqueaba el paso. Les resutaba mucho más fácil dejar por unos pocos días sus queridos barcos amarrados en el Cantábrico, quizás en Bayona, donde parece que se instalaron temporalmente. Desde allí las informaciones sobre el posible botín e, incluso, contar con la complicidad de enemigos del rey pamplonés, que pudieron ayudarles a hacer esa incursión. Si se les complicaba podían además tener refuerzos próximos…

Olvidémonos pues de ese drakkar amarrado a un soto ebreño, mientras la tripulación decide el rumbo a tomar.

Pero aprovechemos la ocasión para completar algunas cosas más sobre la navegación en este curso medio del Ebro.

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Desde el mar hasta Mequinenza hay 150 km con una pendiente media del río es de unos 40 centímetros por kilómetro, bastante más que en los tramos navegables del Rhin (30 cm) o el Danubio (menos de 20). La corriente se nota, pero la navegación en su contra es bastante factible.

De Mequinenza hasta Gelsa hay otros 150 km, pero la pendiente sube hasta casi los 60 centímetros por kilometro. Allí se encontraba un puerto romano. Luego de golpe se hace más inclinada hasta Zaragoza, desde donde de nuevo se hace otra vez relativamente suave hasta Alfaro (unos 50 cm por km). Esa pendiente significaba que la velocidad de la corriente era mayor y consiguientemente el esfuerzo para superarla.

Sin embargo hay muchos datos de navegación por esos tramos. Una interesante publicación es la que nos da pie a

LA LECTURA DEL DIA

Navegación por el Ebro (1399-1602), de Manuel Gómez de Valenzuela

De ls numerosos documentos aragoneses de los siglos XV y XVI que ha estudiado, dice que «se desprende la gran actividad comercial que se desarrolló a lo largo del río en los dos siglos que abarca. Se advierte la gran movilidad de la población. Los documentos se otorgaron en Zaragoza, en donde vemos que comparecen barqueros, mercaderes y vecinos de todas las poblaciones ribereñas y habitantes de unas localidades en otras también situadas sobre el Ebro, que constituyó un factor de unidad y relación entre las gentes de Navarra, Aragón y Cataluña con dos polos principales: Zaragoza y Tortosa y otros secundarios, como Tudela, Escatrón, Mallén y Mequinenza.

También se advierte la estrecha relación comercial en materia de fletes entre cristianos y mudéjares, luego moriscos. Todos contratan con todos en pie de igualdad, sin distinciones ni discriminaciones por causas religiosas. Los mudéjares aparecen especialmente activos en el segundo y tercer cuarto del siglo XV, no solamente los aragoneses, sino también los procedentes de la actual provincia de Tarragona, especialmente los de Miravet, Flix y Ribarroja.

La navegación por el Ebro tuvo dos aspectos: el de corta y el de larga distancia. El primero, muy activo, suplía las tradicionales carencias de la capital aragonesa: madera, leña y piedra, la primera para construcción, combustible industrial y doméstico, la segunda y tercera para fabricación de yeso y calcina e incluso para sillares de la obra del puente de Piedra. La de larga distancia permitió la exportación de lanas, trigos y otros productos a ciudades como Valencia, Barcelona e incluso Génova y Perpiñán.

Los mercaderes zaragozanos mostraron un gran interés por esta actividad, invirtiendo capitales en la compra, individual o en régimen de asociación, de barcas que transportaran sus productos. Y a ellos se unieron artesanos varios, que demuestran la frenética actividad de negocios de la ciudad a lo largo de los siglos objeto de estudio.

Los arráeces (patrones de las embarcaciones) cristianos y musulmanes fueron trabajadores muy activos, eran buenos conocedores del río y sus características físicas: crecidas y estiajes, puertos, cargas, fletes. Tengamos en cuenta que, además de los navíos, surcaban el Ebro almadías de troncos y maderos procedentes del Pirineo destinados a los astilleros (atarazanas) de la costa mediterránea, lo que proporcionaba un crecido tráfico al cauce fluvial.»

La vitalidad del comercio animaba a crear sociedades, como la que acordaron un mercader zaragozano llamado Gaubert de Bagat y tres vecinos tudelanos en 1435 para construir una barca, que uno de ellos navegaría transportando hierro navarro a Zaragoza. Tudela parece haber sido uno de los principales puntos de construcción de esas embarcaciones, mientras que Mallén destacaba como puerto de carga de los cereales y Zaragoza de la lana. Incluso había inversores genoveses en la capital aragonesa implicados en este comercio.

Los más interesados pueden encontrar esta publicacion aquí.

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