Día 00 – La caminata de este año

Está mañana he preparado mi mochilita y me he encaminado al punto de partida de mi marcha anual.

Corren aires de guerra en Europa. Me ha parecido interesante recorrer una ruta bélica, que me ayude a comprender qué sucede en torno a la guerra, desde el terreno, como si caminara codo con codo con los soldados de otra época.

Los que me seguisteis en mi caminata del año pasado, en la que acompañaba al emperador camino de su jubilación, ya sabéis que pude disponer de un “parato” muy especial. Me permitía transportarme a aquella época y entablar conversaciones y anécdotas al integrarme en su séquito. Todavía quedan algunos capítulos que espero volcar en ese relato, pero ahora se trata de presentarme en 1813.

A fines de mayo de aquel año el Duque de Wellington, al frente del ejército anglohispanoportugués se disponía a hacer un nuevo intento de echar al ejército francés y al rey José, el hermano de Napoleón.

Me han advertido que el nuevo software de mi “parato” tiene una novedad un tanto agridulce, Cuando estoy viviendo en el pasado parece que no soy capaz de acordarme de qué pasó en el futuro. Parece que lo han hecho para que no advierta a los protagonistas de lo que les espera. Así que en esos ratos voy a estar un tanto ciego y lo que escriba tendrá la misma carga de incertidumbre que tenían los soldados y los generales.

Así que para estar en igualdad de condiciones no os voy a contar cómo acaba esta historia. ¿Conseguirá este año Wellington una victoria definitiva, o volverán una vez más como los años pasados a empujar los franceses a los ingleses a las montañas de Portugal en donde en invierno se ralentizaban los combates?

Pero sí os puedo hacer un resumen rápido de lo que había pasado hasta esta primavera de 1813.

El 19 de noviembre de 1807 hubo mucho movimiento por los caminos que ahora recorro. El de Fuentes de Oñoro-Vilar Formoso fue uno de los principales pasos por el que el ejército francoespañol invadió Portugal. De los cerca de cincuenta mil soldados casi la mitad eran españoles, aunque en un papel secundario. Sí, antes de ser aliados contra los franceses primero españoles y portugueses fueron enemigos. En solo once días llegaron a Lisboa. Para cubrir los 240 km de distancia desde la frontera más próxima la marcha tuvo que ser rápida y con escasa resistencia. El rey luso, el gobierno y hasta quince mil refugiados escaparon en barco a Brasil.

Entrada de Napoleón en España. Pinelli-Pomares. Imagen procedente de los fondos de la Bibl.Nac.de España

Una curiosidad sorprendente. Por esos mismos días una escuadra rusa de ocho navíos al mando del almirante Senyavin había llegado a Lisboa, procedente del mar Negro y camino de San Petersburgo. Hasta muy poco antes ingleses y rusos habían sido aliados, pero ahora las coaliciones estaban de virada para unos, de trasluchada para otros. Francia y Rusia habían firmado un tratado en Tilsit e Inglaterra se había vuelto la enemiga. Y más se complicó la cosa porque en sus barcos aún servían no pocos oficiales británicos…. Pero dejemos esa historia para otras circunstancias.

Parece haber un paralelismo con los planes iniciales de la guerra actual de Ucrania. Napoleón quería un dominio absoluto en esta parte de Europa y, en este caso, Inglaterra era su principal obstáculo. Portugal era su principal aliada en el continente, de ahí la invasión, con planes de participación y sumisión de ese país. En segundo plano estaban los planes de hacer lo mismo con España, anexionándose todas las provincias entre los Prineos el Ebro, e instalando un gobierno títere en el resto.

Pero aunque todo parecía haber salido a los franceses a pedir de boca, a los pocos meses toda la península estalló en rebeliones. Primero en mayo de 1808 en Madrid, en junio en el noroeste de Portugal, y en los siguientes meses un poco por todas partes hubo rebeliones, alzamientos, y surgimiento de partidas guerrilleras. En octubre una fuerza expedicionaria inglesa de 15000 soldados desembarca en la bahía de Mondego (Figueira da Foz) mientras que otra fuerza inglesa de unos 12.000 hombres y 150 barcos arribó al puerto de La Coruña, en apoyo de la resistencia ibérica a los franceses..

Sublevación de Madrid, mayo de 1808. Pinelli-Pomares  Imagen procedente de los fondos de la Bibl.Nac.de España

En pocos meses habían cambiado las alianzas, coincidiendo una lucha de intereses a escala continental, con ambiciones imperiales y luchas internas, con fuerte carga ideológica que a veces tomaría ribetes de guerra civil.

Durante los años siguientes casi todas las regiones peninsulares sufrieron la presencia de fuerzas de ocupación, de grandes batallas y pequeños combates, de acciones guerrilleras y de exacciones y violencias, ya fuera por unos ejércitos u otros, o por las partidas que en algunos casos se comportaron como “señores de la guerra”. Destrucción, hambre y epidemias fueron los espectros que acompañaron a españoles y portugueses. Las ejecuciones y represalias iban in crescendo.

Tampoco fue fácil para los militares de otros países, franceses, ingleses, alemanes, polacos, italianos… que se enfrentaron en la península. Los combatientes mostraban unos niveles de crueldad que hacía siglos no se veían.

Los grandes movimientos de los ejércitos y las consiguientes batallas fueron numerosos y en variadas direcciones, con avances y retrocesos. Los principales se dieron en el norte, con diferentes ofensivas y defensivas desde Lisboa-Oporto hasta el Ebro-Burgos, así como a lo largo de la costa mediterránea, con sus propios vaivenes.

Batalla de Arapiles, julio de 1812. Imagen procedente de los fondos de la Bibl.Nac.de España

Cuando voy a empezar mi caminata llevamos ya mas de cinco años de guerra. El agotamiento era visible por todas partes, con campos abandonados, pueblos destruidos y una inseguridad en los caminos que me hubiera puesto los pelos de punta de no ir, como penaba hacer, acompañando al ejercito ingles.

Mayo de 1813. Hace ya meses que han llegado noticias de la tremenda derrota del gran ejército francés, y de sus muchos países aliados, en el frío otoño ruso. Del núcleo central del ejercito napoleónico solo volvió uno de cada cinco soldados. Allá quedaron 200.000 caballos, miles de carros y un millar de cañones. El emperador no puede enviar ya refuerzos a la península donde continúan los combates y la rebelión, sino que además necesita reunir todos los recursos para proteger las conquistas de Europa central. En su cuartel general de Freineda, junto a la raya fronteriza portuguesa, Wellington debe estar calculando cómo aprovechar la situación y hacer que esta vez la ofensiva no se detenga en Burgos como el año anterior y al menos se acerque hasta el Ebro…

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